lunes, 6 de junio de 2011

El Carnaval uruguayo es el acto político más largo del mundo

Texto de Gonzalo Abella
 En tiempos que gobernaba la otra derecha le preguntaron al senador oficialista Millor si le gustaba el Carnaval. Contestó con desagrado: “El carnaval uruguayo es el acto político más largo del mundo”.
Tenía razón.
¿De dónde viene el Carnaval? ¿Y desde cuándo tiene que ver con la política?
Según el calendario oficial cristiano, el Carnaval, Carne Valetum, es la última semana en la que se puede comer carne roja antes del ayuno de Cuaresma (los 40 días previos a la muerte de Jesús). Pero como muchas otras cosas que adulteró el Vaticano, su origen verdadero es muy anterior.
Retrocedamos dos mil años. El calendario agrícola tuvo mucho que ver con el Carnaval originario.
En realidad el ciclo agrícola de todos los pueblos que no viven en el Ecuador (o sea, de todos los pueblos que tradicionalmente sufren el cambio de las estaciones) tiene que ver con innumerables tradiciones. Para este tema nos interesan los pueblos del hemisferio Norte, que conforman nuestra raíz inmigrante.
En Octubre los pueblos del Hemisferio Norte festejaban el tiempo de la cosecha que les permitiría sobrevivir en los duros meses del invierno que se aproximaba. Ese es el origen de Halloween y del Thanks given Day, como agradecimiento a los espíritus protectores.
A fines de Diciembre el Sol moribundo, que en su debilidad se había asomado cada día menos tiempo, se acostaba a dormir por última vez y después de la noche del solsticio de invierno amanecía el nuevo Sol niño, que iba a crecer un poco más cada día en la futura primavera. Por eso la Iglesia puso a Jesús a nacer a fines de Diciembre, copiando al Sol de los paganos.
Después del solsticio de invierno, y debido a esa inercia que tenía el clima cuando funcionaba bien, llegaba lo más crudo del invierno. Entonces el Abuelo de las Nievas de Siberia, el Papá Noel, o Santa Claus de los celtas y los anglosajones, llegaba en trineo, danzaba en el fuego encendido en la chimenea con su rojo vestido flameante. Era el tiempo de abrir los regalos que se habían guardado para esos tiempos de encierro y reclusión. El espíritu se despedía finalmente en un árbol que se iluminaba por su presencia.
A fines de febrero, pasado lo peor del invierno, se profetizaba el resurgimiento primaveral de la vida y el tiempo de la cópula fecundante. Por ello en las tierras celtas renacía el duende Puck, entre las coníferas siberianas empezaba a verse una doncella desnuda en busca de amor, y, entre los pueblos grecolatinos, las saturnales, las fiestas al espíritu del vino (Baco) y al dios transgresor y bufonesco (Momo) eran sensuales y muchas veces incontrolables.
Esta época  del año promovía fiestas colectivas que estaban marcadas con el sello de lo sagrado. La búsqueda de contacto con lo sagrado no se daba sólo en los retiros espirituales y en la danza y la oración: también los estados alterados de conciencia mediante alucinógenos y hasta el orgasmo sexual eran formas de alcanzar el contacto con lo trascendente, con los dioses.
Digamos de paso que nunca hubo drogadicción en la Humanidad mientras el alucinógeno ritual era controlado y dosificado por la comunidad, y no por el mercado.
¿Cuándo comienza la manipulación y luego la represión de estas tradiciones paganas? Cuando empieza la opresión social y se expande la esclavitud por Occidente.
Cuando el pueblo hebreo del Éxodo dejó de ser un pueblo oprimido para ser conducido como horda invasora, sus líderes satanizaron a Baal, derribaron los templos paganos, inventaron una imagen intolerante del Dios “del pueblo elegido” como Dios de los Ejércitos, quemaron los sencillos altares de las lomas y lapidaron a las sacerdotisas que muchas veces eran pitonisas y otras expertas en el amor carnal y vehículo al encuentro con lo trascendente. La intolerancia judía se suavizó después por la obra de Jesús pero recrudeció en el Cristianismo escolástico medieval, con la quema de brujas y luego con la Inquisición. Las iglesias protestantes también quemaron brujas y librepensadores.
Fundamentalmente la religión, servidora del Poder, debía satanizar la sexualidad femenina libre, porque, si no se controlaba totalmente a la mujer del señor feudal, había riesgo de que la herencia cayera en las manos inapropiadas de hijos bastardos.
Poco a poco la Iglesia de Roma advirtió lo que el Imperio Romano supo mucho antes: que la mejor forma de enfrentar la resistencia cultural de los pueblos era absorber las antiguas creencias y manipularlas Por eso el Carne Valetum permitía ciertos excesos dentro de límites tolerables, porque después llegaban los cuarenta días de penitencia y perdón hasta el Viernes Santo, cuando el Cordero del sacrificio, que había bebido el cáliz de todos los pecados ajenos, era inmolado en la Cruz y por Él llegaba el perdón para los hombres.
En Venecia siglo XVII el Carnaval así planificado llegó a su expresión más madura. Las clases dominantes permitían una válvula de escape a la protesta popular, pero se daban también a sí mismas una válvula de escape a sus propias auto - represiones. Las máscaras que usaba la nobleza veneciana fueron verdaderas obras de arte, no menos que los disfraces que ocultaban su búsqueda de placeres alquilados en los días de las carnestoendas, del carnevaletum. Pero el objetivo político principal era dar al pueblo unos días de libre expresión, hasta para la transgresión sexual y la sátira política sin censura contra los opresores. Claro que “a felicidades do povo, a grande ilusâo do Carnaval” se acaba el miércoles, como advirtió alguna vez Vinicius de Moraes, porque como aclara en la misma canción, para el pueblo “tristeza nâo tem fim, felicidade sim”.
En la América española los pueblos oprimidos hicieron buen uso del carnaval. Las máscaras ancestrales, los trajes y los bailes también eran coreografías para la resistencia cultural. Los afroamericanos fueron maestros del enmascaramiento carnavalero de sus tradiciones y hasta de sus prácticas religiosas. Todo el sincretismo religioso de los nuevos pueblos mestizos encontró alguna expresión en Carnaval. El samba carioca, el afoxé bahiano, el maracatú de baque virado de Pernambuco nos hablan, si sabemos oír, de las luchas ancestrales y el mestizaje fraterno de los pueblos.
Hay una vieja zamba argentina cuyo estribillo dice
Pero cuidate, sanlorenceña
Que el duende del manantial
Sale a probar fortuna, bajo la Luna
Pal carnaval.
Si la muy católica dictadura argentina de los 70 hubiera entendido la letra, esta zamba hubiera quedado proscripta, al menos en los coros de los colegios de monjas.
En el interior uruguayo los bailes del carnaval fueron pretexto para rondas de payadores y acordionistas tradicionales. Cantaba Marcos Velázquez en Salto
Y si llega en Carnaval
Lo hallará sobre un camión
Dándole duro a las teclas
Aquilino y su acordeón
La murga uruguaya es un caso particular. Nace de la fascinación de los estudiantes adinerados de Montevideo ante la presencia de la “amurga” gaditana. Los muchachos de Cádiz traían un canto a capella con antiguas melodías campesinas a las que se les insertaban letras satíricas y picarescas que escandalizaban a sus padres burgueses.
A la parodia de la amurga los montevideanos pasaron a llamarle “murga”. En Buenos Aires se dio el mismo fenómeno en forma simultánea y sería bastante tonto buscar paternidades sobre fenómenos culturales que rebasan las fronteras artificiales del poder.
Cuando a los alegres muchachos de la burguesia montevideana, cultores de la murga, allá por los veinte, se les ocurrió solicitar al Cuartel los instrumentos de percusión de la banda militar (bombo, platillo y redoblante) los soldados afrodescendientes les metieron una síncopa africana que los hizo gesticular y moverse de forma diferente.
Si la murga porteña se mueve según la bufonesca medieval, la murga oriental es mucho más afro.
En tiempos de dictadura el canto popular, que migraba de su temática rural de origen a una temática más obrera y urbana, encontró en la murga carnavalera una corajuda expresión de arte proletario.
Hoy las murgas evolucionan en su forma y vacían sus contenidos, pero volverán a su rebeldía de origen. Momo vencerá a Ana Olivera y su corte. Es cuestión de tiempo, de tiempito. 

Desde Montevideo
Con una serpentina de obsequio
Gonzalo Abella - 26/2/2011
 
   





1 comentario:

  1. Muy bueno el artículo,aunque tengo una sola objeción:porqué afroamericano y no negro?Es feo,está mal decir negro?Porqué ese servilismo,esa imitación de la pacatería falluta de los yanquis que inventaron un término traído de los pelos pero siguen discriminando alegremente a todo el que no es "wasp",incluidos nosotros los "hispanos" (otro invento linguistico),que podemos ser rubios y de ojos celestes parece que no somos "blancos·".Toda esa "corrección política" no hace más que bastardear la convivencia y pos supuesto,el idioma.

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